Lagarde quiere comenzar su mandato con un debate sobre cómo se decide la política monetaria. Según el Financial Times, esta semana recibirá propuestas de cambio de cuatro miembros del Consejo de Gobierno del BCE. Al menos uno de ellos propondrá la introducción de una votación formal sobre las opciones de política monetaria.
El proceso de toma de decisiones de la autoridad con sede en Fráncfort es menos formal que en la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, que celebran tales votaciones y comunican en qué sentido votan sus miembros. La práctica actual del BCE consiste en pedir a cada uno de sus responsables de fijar los tipos de interés que se pronuncien sobre la política monetaria. Si bien algunos miembros pueden adoptar una postura clara a favor o en contra de una propuesta, otros expresan objeciones pero luego manifiestan su voluntad de aceptar el consenso. Solo en raras ocasiones el presidente del BCE pide una votación.
Hay una buena razón por la que el BCE no ha adoptado la moda de una mayor transparencia en los bancos centrales. En principio, los responsables políticos deben dejar sus procedencias nacionales en la puerta y pensar en lo que es mejor para toda la zona euro. Al ocultar las deliberaciones en la confidencialidad, resulta más fácil que dejen de lado los intereses nacionales sin temor a ser vilipendiados en sus países.
Sin embargo, los desacuerdos públicos que siguieron al lanzamiento del nuevo paquete de medidas de estímulo del BCE en septiembre socavan ese argumento.
Varios miembros del Consejo de Gobierno, entre ellos el jefe del Banco Central neerlandés, Klaas Knot, se distanciaron públicamente de la decisión.
Pero no todas las voces críticas son coherentes. Según un banquero central nacional, algunos dirigentes del BCE expusieron públicamente unos argumentos en contra de las medidas de relajación que no expresaron en la reunión. Otros miembros de la cúpula del organismo han revelado sus objeciones, pero no su voluntad de aceptar el consenso.
Sin embargo, los desacuerdos públicos que siguieron al lanzamiento del nuevo paquete de medidas de estímulo del BCE en septiembre socavan ese argumento.
Varios miembros del Consejo de Gobierno, entre ellos el jefe del Banco Central neerlandés, Klaas Knot, se distanciaron públicamente de la decisión.
Pero no todas las voces críticas son coherentes. Según un banquero central nacional, algunos dirigentes del BCE expusieron públicamente unos argumentos en contra de las medidas de relajación que no expresaron en la reunión. Otros miembros de la cúpula del organismo han revelado sus objeciones, pero no su voluntad de aceptar el consenso.
Una votación formal reduciría el margen de maniobra. Es cierto que también llevaría a una presión inmediata para que se publicaran los resultados. Pero el BCE podría llegar a un término medio, revelando, por ejemplo, los resultados de las votaciones en números sin dar nombres. Un poco más de luz es mejor que nada, e incluso puede ser mejor que demasiada.