Pero, mientras el efectivo desciende, el número de operaciones registradas se dispara. En el séptimo mes del año se efectuaron 4,5 millones de operaciones, un 34,2% más que en el mismo mes del año anterior. Este comportamiento no es una característica exclusiva de julio, sino un patrón que se viene repitiendo a lo largo del ejercicio, especialmente cuando la volatilidad en los mercados echó raíces por la pandemia. En los siete primeros meses del año, el efectivo negociado en renta variable en BME ascendió a 271.104 millones de euros, lo que supone una caída del 3,4% respecto al mismo periodo del año anterior. Esto dista mucho de la tendencia que registran las operaciones. Entre enero y julio, el número de negociaciones acumuladas alcanza los 33,3 millones, un 54,6% más.
En este escenario, muchos inversores particulares han visto en la renta variable la opción más atractiva. Además, las fuertes caídas registradas en marzo, cuando el Ibex 35 se desfondó a mínimos de ocho años, y las voces que apuntaban a que la Bolsa ya había tocado suelo fueron claves para que los pequeños inversores más arriesgados se decantaran por las acciones.
A diferencia de los institucionales, el importe que mueven los particulares es muy limitado, lo que explica la disparidad que existe entre el aumento de las negociaciones y la caída del efectivo. Por ejemplo, el numero de accionistas de Sabadell subió un 5,5% en el segundo trimestre, cuando en Bolsa el banco se hundió un 34,1%. Los valores por debajo de un euro son un imán para los especuladores.
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