Este déficit con respecto a los salarios del resto de la economía se considera que justifica la necesidad de que las ayudas jueguen un papel clave en la reducción de estas diferencias.
En el caso de España, los indicadores usados para el seguimiento de este objetivo específico, tanto el de renta agraria, como el de la renta empresarial agraria, y sus subindicadores relativizados a la unidad de trabajo agrario (UTA), reflejan una situación
más favorable que en el conjunto de la UE. La primera cuestión que se plantea es la idoneidad de estos indicadores para determinar si existe una brecha real entre el sector agrario y el resto de la economía en relación a los salarios percibidos. De hecho, el 37% de la renta empresarial agraria se corresponde con la remuneración de
los factores productivos aportados por los titulares de explotación distintos a su trabajo, por lo que no debe considerarse como una renta del trabajo de los agricultores. Por ello, se plantea un indicador complementario, la Renta del Trabajo del Agricultor (RTA), que se obtiene deduciendo de la renta empresarial la remuneración de los factores anteriores, y que sí resulta comparable con el salario medio de la economía.
Del estudio realizado, se deduce que la renta del trabajo del agricultor se sitúa a un nivel inferior que el salario medio de la economía, concretamente representa el 71,4 % de dicho
salario medio. Por lo tanto, la renta empresarial que genera el conjunto de la agricultura española no permite remunerar todos los factores de producción empleados, incluyendo el trabajo aportado por el agricultor cuando éste se valora con la referencia del salario
medio de la economía
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