Sin embargo, si una climatología similar se repitiese en el inicio de la brotación, los problemas alcanzarían una mayor dimensión de gravedad. “Si una nueva Filomena llegase a en marzo, afectaría a la planta, impactando en la producción de este año y la del próximo, algo similar a lo que ocurrió en 2017”afirma Rosana Lisa, directora de innovación de Bodegas Ramón Bilbao.
El estado actual del viñedo es de reposo vegetativo, y solo a partir de temperaturas inferiores a los 15ºC bajo cero la viña sufre daños. En esta fase de letargo es importante que las condiciones sean frías, lo que asegura la total inactividad de la planta, reservando toda la energía para ser empleada a partir del mes de marzo con la brotación. Una vez haya brotado el viñedo, a partir del mes de marzo, la sensibilidad a la temperatura es mayor, y las temperaturas han de ser valores superiores a los 0ºC para la supervivencia de la planta.
Además, las bajas temperaturas mejoran el estado sanitario de la planta. La mayoría de los hongos responsables de enfermedades no soportan temperaturas tan bajas; de esta forma, el frío de estos días garantiza un buen estado sanitario de la viña.
Respecto al impacto de la nevada, la nieve supone una extraordinaria forma de aprovechar los recursos hídricos del viñedo, tal y como sostiene Rosana Lisa. “El fenómeno de la nieve tiene un efecto positivo en el sentido de reserva hídrica para la planta. La planta, durante su crecimiento y momento de maduración de fruto, tiene unas necesidades de hidratación cada vez más necesarias con el fenómeno del cambio climático. La nieve se traduce en agua para la planta que pasará a sus reservas. El agua en forma de nieve hace que el aprovechamiento sea mayor, debido a que la nieve va llegando muy lentamente a los diferentes estratos del suelo y la planta es capaz de asimilarla completamente”, concluye la directora de innovación del vinoriojano.
Es innegable que el cambio climático está teniendo un impacto notorio en prácticamente todos los ámbitos de la vida, y el mundo del vino no es una excepción. Los viñedos se ven dañados por el calentamiento global, las temperaturas extremas y por otra serie de fenómenos meteorológicos. Esto implica que el trabajo de seguimiento en campo sea más riguroso y exhaustivo, anticipándose a fenómenos más extremos que no corresponden a la época en la que se producen, como puede ser un mes de mayo con temperaturas superiores a 30ºC o un mes de julio con temperaturas suaves y condiciones húmedas. De este modo, una fuerte granizada en un momento del año poco usual afectará al volumen y calidad de la uva, mientras que unas lluvias torrenciales favorecerán el desarrollo de hongos en el viñedo.
Para reducir el impacto del cambio climático, Ramón Bilbao tiene en cada uno de sus viñedos una estación meteorológica que registra todos los parámetros que pueden afectar al desarrollo de la planta (humedad, temperatura, pluviometría, viento...), y cuyas previsiones ermiten identificar qué va a ocurrir en los viñedos.